miércoles, 7 de julio de 2010

La cuna de la existencia

Un pedazo de carne que cae como excremento de la vulva prostituida de otro trozo de carne con una forma llamada vagina.
Aquella masa con frágiles huesos comienza a aumentar de tamaño y empieza a "creer" que tiene una estructura trascendental y divina: su mente. Cree esto, cree lo otro. Su bistec cerebral principia a conjugar ideas, hasta que un día una sensación más amarga que el propio hedor que expelen sus músculos humanos cercena sus maquinaciones mentales rutinarias: un vago sentimiento de vacío, de no saber qué mierda hacer, qué decir en tal o cuál situación... hola hola hola --salúdalo, préguntale si está bien, qué ha hecho de su "vida-- blablablablabla, una maraña de vómito verbal impregna sus labios contorsionados por una mueca de intranquilidad e incoherencia. Su interlocutor lo observa con desdén, no comprende qué le ocurre a aquel ser que está frente a él. Debería seguir la rutinaria parafernalia del saludo, pero... ¿?

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