Un pedazo de carne que cae como excremento de la vulva prostituida de otro trozo de carne con una forma llamada vagina.
Aquella masa con frágiles huesos comienza a aumentar de tamaño y empieza a "creer" que tiene una estructura trascendental y divina: su mente. Cree esto, cree lo otro. Su bistec cerebral principia a conjugar ideas, hasta que un día una sensación más amarga que el propio hedor que expelen sus músculos humanos cercena sus maquinaciones mentales rutinarias: un vago sentimiento de vacío, de no saber qué mierda hacer, qué decir en tal o cuál situación... hola hola hola --salúdalo, préguntale si está bien, qué ha hecho de su "vida-- blablablablabla, una maraña de vómito verbal impregna sus labios contorsionados por una mueca de intranquilidad e incoherencia. Su interlocutor lo observa con desdén, no comprende qué le ocurre a aquel ser que está frente a él. Debería seguir la rutinaria parafernalia del saludo, pero... ¿?
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