domingo, 9 de enero de 2011

Relato de un dìa escatològico.

Hoy estoy muerta. Intenté leer para llenar mi vacío, intentando almacenar conocimientos para aplacar la extinción nefasta de mi interior, pero el vacío continuó. Luego opté por pintar, pensando que podría tener un avance importante, pero sólo hallé trazos maltrechos y pinceladas frustradas. Me odié por ser una indecencia tan mediocre y destrocé el cuadro que hacía, llenándolo de una maraña de pintura distorsionada. Creo que cuando me sienta menos inerte pintaré. Soy tan mediocre y detestable que ni siquiera fui capaz de destrozar el cuadro a patadas o de cualquier forma que borrara su vestigio existencial para olvidar por completo que era una mierda. Lo único que me agradó fue un rostro, pero ¿de qué vale eso si el resto del cuadro era una basura? En fin, luego fui a la casa de un conocido, ya sabiendo (o presintiendo) que mi estado mental me sometería a la inercia estuviera donde estuviera y sin importar por quien o quienes me hiciera acompañar. Pues bien, allá me sofoqué de aburrimiento (como lo esperaba) y dormí bastante. Horas después, mientras veía una película me embargó un súbito deseo por pintar carne humana despedazada, pero luego recordé mi frustración anterior por pintar mal y me dio rabia. Sentí deseos de locura, pero luego me bloqueé. La inercia no quería separarse de mí. Comprendí que este día no cambiaría ya y, si lo hacía, sería sólo para empeorar , para engrandecer la envergadura del vacío.

Un humano con el cual comparto lazos sanguìneos llegó inesperadamente. Este hecho me hizo experimentar una frustración aún mayor. Su inocencia de niño puro trituró mis entrañas al recordar mi condición de bestia primitiva sumida en la decadencia de los placeres terrenales. Todo empeoraba. Sentí que divagaba en direcciones inciertas, caminara por donde caminara. Sentía el fracaso y la mediocridad acoplarse en mi cerebro. Encontré que el ser que se reflejaba al mirarme en el espejo era un humano básico y vacuo. No sabía qué mierda hacer para combatir el sentimiento de muerte cerebral. Una total hambruna no saciada. Reí como una máquina sin corazón, reí con aparentes ganas pero con real indiferencia. Era tan gigante la sensación de desencanto e inercia, que fingía disfrutar mi risa sin siquiera darme cuenta en el momento. Sólo ahora que lo pienso lo noto. Soledad, extravío. Tenía una sensación de vaguedad, de deambular por lugares extraños, y sin embargo eran los lugares que habitualmente frecuento. Un vaho de impertinencia me invadía, un vaho de nada, de un no sé qué que tenía sabor a algo así como vacío inllevable.

1 comentario:

  1. Long time no see, Angélica.
    Como hace siglos que no te veo en MSN (tampoco es como si me conectara tan seguido) y facebook no es una herramienta muy útil (en tu caso particular) para saber en qué andas, decidí meterme a tu blog, ya que recordé que tenías uno. Al escribir sale nuestro mundo tal y como lo guardamos en nuestro corazón. Me gusta lo que escribes: por el contenido (siento que compartí en algún punto algo de lo que escribes)y por la forma de entregar el contenido. Es todo tan visceral, como suele serlo todo lo que es sincero.
    Desearía un diálogo un día de estos (no se le puede poner número, ni hora, ni plan), sé que será el día en que ambas estemos en la misma frecuencia mental regida por las mismas necesidades.
    Un beso!

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