Jamás te recuerdo,
porque nunca te olvido,
tu cuerpo fue la guarida,
favorita de mi cuerpo.
Hay un estela de ausencia,
de coincidencia literaria,
de locas armonias,
de piel azteca.
Y ahora tengo las arterias,
llenas de etcéteras,
y un corazón espartano,
y unas manos,
que creen en los milagros.
Pero son tan perezosos,
son tan impuntuales,
que hermosas tus tristezas,
como las mias fatales.
Al límite de un temblor,
de conspiración divina,
el rumbo de tus sueños,
coincide con mis pesadillas.
Neblina ponzoñoza que envenena recuerdos; antes fueron marañas ahogadas en éxtasis; y ahora, tan sólo una vaga sensación de angustia por una ausencia que poco a poco va desvaneciéndose... Un adiós fue, ya no hay más adioses...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario