martes, 8 de diciembre de 2009

Palabras bonitas...

Hay días en los que desearía ahogarme con una palabra bella, con unos cuantos monosílabos que parezcan reales en el idioma de las complacencias ilusorias. Desearía que mintieras tan bien que creyera que nada muere, que todo continúa tan bello e inmaculado como lo fue en algún lejano comienzo de su existencia.

Ya no me producen repulsión las mentiras bien maquinadas; ya no reniego de los engaños estructurados a la perfección. LLega un punto en el que el hastío y la desesperanza comienzan por doblegar cualquier anterior pretensión a lo verdadero. Lo real a veces es tan crudo que te aniquilas y bestializas, y te enfermas, y te corroes y... y luego de un tiempo del exilio a lo incierto, descubres con ingenuidad que existen cosas de "bella" índole, risueñas risitas y melódicas palabras... pero la apariencia no es sincera, y aún así aprendemos a cercenar el nefasto grito, dejamos de fruncir el entrecejo y articulamos una fingida sonrisa y... ¡Voilà! "!Te amo, te adoro!". Tu mirada embustera me complace. Ya no hay llagas ¡bravo! Tejiste tan impecablemente tu maraña de quimeras que ahora hasta las llagas superficiales han... [no, no han desaparecido]...¡Silencio! Sí, han desaparecido hermosamente, ahora sonríe sé buena niña, mi bella borreguita...

Por eso, por favor, cierra los ojos y engáñame un momento, engáñate a tí, dime palabras bellas, cree en tus delirios y alucina hasta enfermar ¡Enceguezcámonos mutuamente!

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